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Hoy te escuché en otra voz

Hoy te escuché en otra voz mi viejo.

Hoy, que no es tu aniversario, ni siquiera día de tu santo. Hoy que apenas desando el recuerdo de una tarde de selva, de una curva de montaña, sentado escuchando, abriendo mis sentidos de niño a la lluvia de tu poesía.

No recuerdo mucho, salvo el sol filtrándose por los riscos de los grandes árboles, agujas y catedrales empinadas entre la neblina, tu camisa manga corta, y aquel librito verde donde guardabas tus tesoros. Me hubiese gustado entender más de aquella tarde. El ritmo pausado de la rima que nunca abandonabas, la soltura de una prosa que sabías tuya y que saboreabas sin pudor, ni reservas.

Siempre me quedan las noches con nostalgia y viceversa, la bocanada de humo dedicada a tu silencio, el hielo cediendo en el vaso, el vaivén del aire que me conduce a veces al llanto, otras veces a la esquina de los que no entienden el orden del día, el punto ciego que uno no ve llegar, el punto y aparte...suspensivo.

Supongo que ya haces pie, que no te ahoga ninguna terredad, que estas libre de ser o no ser según te plazca.

Supongo que nos dejaste a tiempo, a tu tiempo quise decir. Que no había mucho por hacer en este paréntesis y decidiste pastorear otros caminos menos agrestes.

Solo te pido que no pases aun la página.

De vez en cuando sal a tomar algo de aire liviano, anida de cuando en vez en las canas de la vieja, en la cerca de la casa, en los hilos del alambre.

Florea el acapro a destiempo, llovíznate en abril y moja la tierra seca y germina en los potreros y cae torrencial sobre los techos como peces.

Solo por alardear déjate ver entre el mastranto, entre la espiga que hiere la brisa por las noches.

Que siempre nos hagas falta.

No nos desampares.

Líbranos del olvido.

Raimundo Pineda 22/09/14

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